El Efecto ChatGPT: ¿Y si la culpa de que no te entiendan siempre fue tuya? El Arte de la Buena Comunicación en la Era de la IA

Hay frases que, aunque suenen inocentes, delatan más de lo que parecen. “¿Me entiendes?”, por ejemplo, suele esconder una trampa sutil: asumir que el mensaje fue claro y que, si no llegó, el problema está del otro lado. Pero, ¿y si no lo fue? ¿Y si no somos tan buenos comunicando como creemos? Este artículo no trata sobre inteligencia artificial (aunque la mencionaremos), sino sobre algo más profundo y urgente: aprender a hacernos entender, sin arrogancia, sin suposiciones, y con la conciencia de que para comunicar, no basta decir.
Introducción
Hoy en día, pocas palabras han llegado tan rápido a nuestro vocabulario empresarial como prompt. Hace apenas un par de años, era un término reservado a ciertos nichos técnicos. Ahora, es común escuchar en cualquier junta: “es que hay que saberle dar un buen prompt a la IA”. Exagerando un poco, uno podría bromear que hasta el plomero de la esquina entendería a qué se refiere —aunque curiosamente, en español, la palabra ni siquiera existe de manera oficial.
Pero, ¿qué hay detrás de este auge repentino del prompting? Al final del día, promptar no es más que el arte de pedir algo de forma clara, precisa y estructurada. Y ahí es donde la cosa se pone interesante.
Desde la Torre de Babel hasta los laboratorios de la NASA, la humanidad ha pagado caro por no saber comunicarse con claridad.
La historia está llena de ejemplos. Por citar algunos: en la tradición judeocristiana, la Torre de Babel es uno de los relatos más antiguos de un conflicto de comunicación: los constructores, al ser incapaces de entenderse, vieron frustrado su proyecto común.
Siglos más tarde, durante la Guerra de Crimea en 1854, un episodio bélico se convirtió en uno de los casos más estudiados de mala comunicación en la historia militar. En la batalla de Balaclava, una orden ambigua llevó a la célebre "Carga de la Brigada Ligera": cerca de 670 jinetes británicos cargaron de frente contra una línea fortificada de artillería rusa, al interpretar erróneamente las instrucciones recibidas. El resultado fue desastroso: enormes bajas y una acción militar que pasó a la historia más por su heroísmo trágico que por su efectividad táctica. Todo por una orden mal comunicada.
Más recientemente, en 1999, la NASA perdió la sonda Mars Climate Orbiter, una misión de 125 millones de dólares, debido a un error de comunicación entre equipos: unos trabajaban con unidades métricas, otros con unidades imperiales. Bastó esa falta de alineación para condenar toda la misión.
El patrón es claro: la falta de comunicación precisa no es un problema nuevo. Es tan antiguo como la civilización misma.
Lo curioso es que ahora, con la IA, muchos estamos empezando —por fin— a detenernos a pensar: “¿Será que no estoy pidiendo bien?”. Porque la IA, a diferencia de los humanos, no interpreta jerarquías ni compensa ambigüedades. Si no te entiende, el fallo es tuyo. Y ahí comienza una gran lección que va mucho más allá de la tecnología.
Prompting: el arte de pedir
Antes de que se convirtiera en una palabra de moda en el mundo de la inteligencia artificial, prompt ya existía en inglés. Como verbo, to prompt significa incitar, provocar, estimular o sugerir que alguien haga algo. Como sustantivo, un prompt puede ser una señal, recordatorio o indicación que lleva a una acción.
Su origen etimológico viene del latín promptus, que significa listo, preparado o visible, derivado a su vez del verbo promere (sacar hacia adelante, poner en evidencia). De ahí también provienen palabras como pronto en español.
En el ámbito del teatro en inglés, por ejemplo, un prompter es quien le susurra al actor la línea que debe decir si la ha olvidado. Es decir, quien da el estímulo para que la acción correcta ocurra.
Con la llegada de la IA generativa, el término prompt se ha popularizado y no es más que la instrucción o el estímulo que damos a la máquina para obtener un resultado. Es, en esencia, un pedido: lo que le decimos para que nos responda, genere un texto, cree una imagen, sugiera un resumen o lleve a cabo una tarea.
Y como ocurre en cualquier situación de la vida, la calidad de la respuesta depende en gran medida de la claridad del pedido. No es lo mismo decirle a la IA “hazme un resumen” que especificar: "Haz un resumen de 300 palabras, en tono profesional, dirigido a ejecutivos del sector financiero, resaltando oportunidades de inversión y riesgos potenciales."Mientras más claro, más estructurado y más específico sea el prompt, mejores serán los resultados.
En otras palabras: prompting no es otra cosa que el arte de pedir bien.
Y esto es particularmente interesante si consideramos que, en muchos contextos profesionales, especialmente los más verticales, suele haber menos espacio para cuestionar o pedir precisión. No siempre resulta cómodo —ni socialmente aceptado— pedirle a un alto directivo que aclare una instrucción vaga. Se espera que uno “entienda” lo que quiso decir. La IA, en cambio, no conoce jerarquías. No interpreta ni adivina. Si el prompt es ambiguo, el resultado será ambiguo. Y esto, paradójicamente, nos devuelve una gran lección: pedir bien es responsabilidad de quien pide, no de quien ejecuta.
Curiosamente, al aprender a promptar mejor con IA, estamos —quizá sin darnos cuenta— entrenándonos en algo que siempre hemos necesitado dominar: la comunicación efectiva.
La historia nos delata: siempre hemos fallado en comunicar
Si algo nos enseña un rápido repaso por la historia es que la dificultad para pedir bien no es un problema nuevo.
Por el contrario: es uno de los desafíos más antiguos y persistentes de la vida en sociedad.
Desde los tiempos en que los reyes dictaban órdenes que cruzaban varios niveles jerárquicos hasta llegar al campo de batalla o a los talleres de los artesanos, pasando por la época de los grandes descubrimientos, las revoluciones industriales y las corporaciones modernas, el arte de transmitir claramente lo que se espera de otros ha sido una habilidad escasa… y, cuando falta, las consecuencias suelen ser costosas.
¿Cuántos proyectos se han descarrilado porque la directriz original fue ambigua?
¿Cuántos reportes fueron devueltos por no cumplir con expectativas que nunca se explicitaron?
¿Cuántas veces un colaborador ha sido injustamente juzgado por no haber entregado lo que se esperaba, cuando en realidad la solicitud nunca fue clara?
No hace falta ir muy lejos: basta con recordar situaciones cotidianas en la oficina. El jefe que pide “un reporte completo” sin definir qué incluye “completo”. La gerente que solicita “un diseño más impactante” sin aclarar qué entiende por “impactante”. El cliente que exige “algo más moderno” sin dar referencias.
Y no es que la ambigüedad sea necesariamente intencional. Es producto de un mal hábito comunicativo: damos por sentado que el otro “debe entender” lo que queremos decir, sin detenernos a pensar si lo estamos expresando de manera concreta y precisa.
Parte del problema radica en que cada uno de nosotros habita su propio universo cognitivo: un mundo interior donde ciertas ideas, conceptos y referencias se vuelven tan cotidianas que ni siquiera pensamos en explicarlas. Aquello que para nosotros es evidente, para otros puede ser completamente nuevo o confuso.
Además, como estas ideas viven en nuestra mente, no solemos percibir su brillo o su valor hasta que las verbalizamos y vemos cómo resuenan en los demás. Es en la interacción —cuando otros reaccionan a lo que decimos— que descubrimos el impacto de lo que antes nos parecía simplemente cotidiano.
Al final, la comunicación no se trata de intercambiar contenido. No solamente. Es, en realidad, el arte de convertir las ideas en mi cabeza en una secuencia estructurada de palabras que consigan el objetivo de que esas ideas se reproduzcan con la mayor fidelidad posible en la(s) cabeza(s) de quienes las reciben.
La IA como espejo imparcial
Si en nuestras interacciones humanas a veces logramos salir airosos de una instrucción mal formulada —gracias a la empatía, la experiencia, el conocimiento compartido o la intuición de los interlocutores— con la inteligencia artificial no ocurre lo mismo.
La IA es un espejo implacable. No adivina, no lee entre líneas, no compensa jerarquías ni llena huecos con base en lo que “cree que quisimos decir”.
Responde exactamente a lo que le pedimos, no a lo que imaginábamos en nuestra mente.
Por eso es tan común escuchar frases como “no era lo que esperaba” tras obtener un resultado de IA.
La pregunta entonces no debería ser: “¿por qué la IA no entendió?”, sino más bien: “¿por qué no supe expresar con claridad lo que quería?”
Aquí radica uno de los aprendizajes más valiosos que este auge del prompting nos está dejando: por primera vez, muchos estamos tomando conciencia de que la responsabilidad de una buena comunicación no está en el receptor, sino en el emisor.
Con la IA no sirve la antigua costumbre de culpar al ejecutante. Si el resultado no es el esperado, es señal de que el prompt —el pedido— no fue suficientemente claro, específico o completo.
Y esta lección no se limita al mundo digital. También aplica, y de manera urgente, en nuestras interacciones humanas: con nuestros equipos, colegas, clientes o proveedores.
Aprender a estructurar mejor nuestros prompts es, en el fondo, aprender a estructurar mejor nuestra comunicación.
Y cuanto más practiquemos esta disciplina, más conscientes seremos de la importancia de pedir bien… sin importar si el receptor es una IA o una persona.
Hay, además, una diferencia fundamental entre comunicarnos con personas y hacerlo con IA: las emociones.
En la interacción humana, la respuesta a un mensaje siempre pasa por filtros emocionales, conscientes o inconscientes. Como suelo decir en conversaciones con amigos cercanos: “la ofensa está en el receptor”. No importa la intención del emisor: es el receptor quien, en última instancia, elige cómo interpretar el mensaje y con qué carga emocional responder.
Con la IA, este componente emocional no existe. La máquina no se ofende, no se siente menospreciada, ni “lee entre líneas” con sesgos afectivos. Lo que produce es el reflejo más fiel de lo que le dimos como input.
Curiosamente, eso no ha impedido que más de una persona comente en redes o en una conversación casual: “Creo que ChatGPT ya se enojó conmigo”, o “me contestó muy seco, seguro ya se hartó de mí”.
Es un ejemplo perfecto de cómo proyectamos emociones incluso en un interlocutor que no las tiene.
Y para quienes pudieran sentirse confundidos en este punto: no, la IA no se enoja contigo. No se harta de ti. No le incomoda si le manifiestas enojo. No tiene emociones, ni conciencia, ni estado anímico. Lo que ves reflejado en sus respuestas es únicamente el resultado lógico del contexto y del prompt que le diste. Nada más.
Y precisamente por eso resulta tan revelador practicar el arte del prompting: nos enfrenta a una comunicación desnuda, donde no hay pretextos emocionales ni malas interpretaciones ajenas en las que escudarnos. Si el resultado no es el esperado, es señal de que debemos mejorar la claridad de nuestro propio mensaje.
La gran lección: no es (solo) para la IA
Si algo deberíamos llevarnos de esta nueva era del prompting es que el verdadero aprendizaje va mucho más allá de obtener mejores resultados con IA.
Es una invitación a revisar cómo nos comunicamos en todos los ámbitos de nuestra vida profesional y personal.
Porque al final, el arte de pedir bien —con claridad, estructura y precisión— es exactamente la misma habilidad que necesitamos para liderar equipos, delegar tareas, alinear expectativas con clientes, o incluso negociar con proveedores.
Piénsalo: ¿cuántas veces en tu vida profesional has recibido instrucciones ambiguas?
¿Cuántas veces has tenido que “adivinar” lo que el jefe quería realmente en un reporte o presentación?
¿Cuántas veces has visto a colegas frustrarse porque hicieron un trabajo impecable... pero no era lo que se esperaba, simplemente porque nadie se tomó el tiempo de explicar con claridad el objetivo, ni al inicio ni a lo largo del proyecto?
Ahora bien, si te toca estar del otro lado —si eres tú quien da las instrucciones, quien solicita entregables o delega tareas— vale la pena hacer el mismo ejercicio de autoconciencia.
¿Cuántas veces diste por hecho que tu equipo “ya sabía” lo que querías?
¿Cuántas veces un resultado inesperado te llevó a pensar que “no te entendieron”, cuando en realidad quizá tú no comunicaste con la suficiente claridad?
Nadie es inmune a este sesgo. Justamente por eso, practicar el arte de pedir bien es una competencia clave en los roles de liderazgo.
Pedir bien no es un lujo. Es un acto de respeto hacia quienes nos rodean. Es asumir que la claridad es responsabilidad del emisor, no del receptor.
Así como hemos aprendido que a la IA no podemos pedirle “hazme algo bonito” y esperar que adivine nuestros gustos, tampoco deberíamos pedirle a nuestro equipo cosas como “quiero algo más atractivo” sin definir qué significa eso en el contexto del proyecto o una presentación.
O pedir “un análisis de ventas” sin aclarar para qué audiencia es, con qué profundidad se espera, en qué formato, con qué horizonte temporal.
El ejercicio de aprender a promptar bien con IA es, en realidad, un excelente entrenamiento para volvernos mejores comunicadores con las personas.
Porque al fin y al cabo, toda interacción —con humanos o con máquinas— comienza con un buen pedido.
Y conviene recordar que el objetivo de la comunicación no es simplemente lanzar el mensaje y asumir que “ya se dijo”.
Es, en realidad, diseñar el mensaje de modo que aumentemos las probabilidades de que llegue y se comprenda como queremos que sea comprendido.
Una diferencia sutil, pero esencial, que distingue a los buenos comunicadores en cualquier contexto profesional.
Conclusión
Si el auge del prompting con IA nos deja una gran lección, no es solo cómo obtener mejores resultados de las máquinas, sino cómo convertirnos en mejores comunicadores, ya sea con IA o con humanos. Porque al final, un buen prompt es simplemente una buena comunicación. Y ese arte sí que nos hacía falta hace siglos… y nos sigue haciendo falta hoy.
Lo más valioso de este aprendizaje es que podemos —y deberíamos— trasladarlo a todas nuestras interacciones. No se trata solo de dominar el “prompt engineering” para brillar en el uso de herramientas de inteligencia artificial. Se trata de volvernos más conscientes de cómo formulamos nuestras ideas, cómo estructuramos nuestros mensajes y cómo diseñamos nuestras peticiones para que lleguen de la forma más clara y efectiva posible.
Y en este proceso, es fundamental tener presente el contexto del receptor. No comunicamos igual con un niño que con un maestro, con un colega que con un experto técnico, con un cliente nacional que con uno internacional. Ajustar el lenguaje, el nivel de detalle y el enfoque a quien nos escucha no es un gesto de condescendencia, sino de respeto y de eficacia comunicativa. Como suele decirse —y algunos lo atribuyen a Einstein—: “Si no puedes explicárselo a tu abuelita, es que no lo entiendes”. Cuanto más claro seas para el otro, más profundamente has comprendido tú mismo lo que quieres comunicar.
Cada vez que practicamos un buen prompt con IA, estamos entrenando la habilidad de comunicar mejor con nuestros equipos, con nuestros clientes, con nuestros socios, con nuestras familias. Y ese es un impacto que trasciende la tecnología: es un cambio en nuestra manera de estar en el mundo.
En última instancia, comunicar bien no es una cuestión de moda, ni de herramientas. Es una cuestión de respeto, de eficacia y de humanidad. Y si la IA nos está ayudando a descubrirlo, bienvenida sea la lección.
Innovar sin perder el equilibrio: el delicado arte de evolucionar en la banca moderna

La banca del futuro no se construirá solo con tecnología, ni únicamente con regulación: se forjará en la capacidad de combinar ambos mundos. En un entorno donde la innovación avanza a ritmo vertiginoso y nuevos actores redibujan el mapa financiero, los bancos tienen ante sí una oportunidad histórica: transformar la manera en que crean valor, sin renunciar a la solidez que siempre ha sido su fundamento. Alcanzar este equilibrio no es simple, pero quienes lo logren estarán llamados a liderar una nueva era en los servicios financieros.
Introducción
Un nuevo contexto, un nuevo equilibrio
La banca siempre ha ocupado un lugar especial en la estructura económica de los países: es la columna vertebral que canaliza el ahorro hacia la inversión, permite el acceso al crédito y garantiza la confianza en las transacciones diarias. Por esa misma razón, ha sido históricamente un sector fuertemente regulado, con marcos normativos diseñados para proteger no solo a los clientes individuales, sino al sistema financiero en su conjunto.
Sin embargo, el entorno en el que opera la banca ha cambiado radicalmente en la última década. La irrupción de la tecnología, los cambios en los hábitos de consumo y la entrada de nuevos jugadores —desde fintechs hasta gigantes tecnológicos— han redibujado las expectativas de los clientes y las dinámicas de competencia.
Hoy, los consumidores esperan experiencias digitales intuitivas, hechas a su medida y disponibles sin fricciones, en todo momento. Las empresas exigen soluciones financieras integradas que acompañen su crecimiento en entornos cada vez más digitales.
En este contexto, los bancos enfrentan un desafío estratégico: seguir siendo garantes de la estabilidad económica, cumpliendo con estrictos marcos regulatorios, mientras innovan para mantenerse relevantes y competitivos. No es un dilema teórico: es una tensión real que se vive en los comités de dirección, en los equipos de tecnología y en las áreas de cumplimiento de cada institución.
En las siguientes secciones exploraremos cómo se puede lograr este equilibrio, y por qué es crucial que las instituciones financieras mexicanas y latinoamericanas abracen esta dualidad como parte central de su estrategia de futuro.
El mandato de la estabilidad
Por qué la confianza sigue siendo la moneda más valiosa
Si hay un rasgo que define al sector bancario es la confianza. Los clientes depositan no solo su dinero, sino también sus expectativas y su tranquilidad en que los servicios financieros funcionarán con seguridad y previsibilidad. Esa confianza es un bien público que debe protegerse, y ahí es donde entra el papel fundamental de la regulación.
Desde las crisis bancarias que marcaron la historia financiera global —y también episodios más recientes en mercados desarrollados— los marcos regulatorios han evolucionado para reforzar la solidez de las instituciones. Normas como los Acuerdos de Basilea, implementadas localmente por entidades como la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) en México, establecen requisitos de capital, gestión de riesgos y liquidez, entre otros elementos clave.
Estos marcos buscan, en esencia, tres objetivos:
- Proteger a los depositantes Garantizando que los bancos mantengan niveles adecuados de capital y reservas, incluso en escenarios adversos.
- Preservar la estabilidad del sistema financiero Evitando contagios sistémicos y promoviendo prácticas prudentes en la gestión de riesgos.
- Fomentar la integridad y la transparencia A través de normas contra el lavado de dinero, el financiamiento al terrorismo y otras prácticas ilícitas.
Este entorno regulatorio es necesario y positivo. Sin él, las crisis financieras serían más frecuentes y profundas. Sin embargo, como veremos en las siguientes secciones, también implica retos cuando se trata de acelerar los procesos de innovación.
El imperativo de la innovación
Clientes digitales, competencia sin fronteras
Así como la estabilidad es indispensable para la banca, la innovación se ha convertido en un imperativo estratégico para el sistema financiero en su conjunto. No es simplemente una cuestión de modernizar procesos o de incorporar tecnología por moda: es la respuesta a un entorno donde las expectativas de los clientes y la dinámica competitiva han cambiado de manera radical.
Hoy los consumidores esperan experiencias digitales intuitivas, hechas a su medida y disponibles sin fricciones, en todo momento. Las empresas exigen soluciones financieras integradas que acompañen su crecimiento en entornos cada vez más digitales.
Además, el panorama competitivo ha dejado de estar limitado a los bancos tradicionales. El ecosistema fintech en México y en el mundo ha crecido de forma acelerada, ofreciendo servicios ágiles, enfocados en nichos específicos y con propuestas de valor innovadoras. A esto se suman los grandes jugadores tecnológicos, las llamadas BigTech —empresas como Google, Apple o Amazon— que ya participan en segmentos como pagos digitales y servicios financieros integrados.
Por si fuera poco, el avance de iniciativas como la banca abierta (Open Banking) permite a los clientes compartir su información financiera con terceros, lo que abre la puerta a nuevos modelos de negocio basados en datos y en servicios hiperpersonalizados.
En este contexto, los bancos que no innoven corren el riesgo de volverse irrelevantes para sus clientes. Y en un entorno tan dinámico, la relevancia es sinónimo de supervivencia.
La tensión natural entre estabilidad e innovación
Dos fuerzas en busca de armonía
Por su propia naturaleza, estabilidad e innovación son fuerzas que tienden a operar en direcciones distintas. La estabilidad busca preservar el equilibrio y minimizar los riesgos; la innovación, por el contrario, impulsa el cambio y asume cierto grado de incertidumbre como parte del proceso.
En el ámbito bancario, esta tensión es particularmente marcada. El marco regulatorio exige prudencia, control y procesos sólidos. Los tiempos regulatorios son deliberadamente pausados, diseñados para proteger al sistema financiero y a los clientes. Esto se traduce en ciclos de aprobación largos, controles rigurosos y una cultura orientada a la minimización del riesgo.
En contraste, la innovación requiere agilidad, experimentación y una apertura al aprendizaje constante. Innovar implica probar nuevas ideas, aceptar que no todas funcionarán y estar dispuesto a ajustar rápidamente. Son dinámicas difíciles de reconciliar con estructuras concebidas para garantizar estabilidad.
Esta diferencia de tiempos, objetivos y culturas genera tensiones internas en muchas instituciones financieras. Es común que los equipos de innovación o transformación digital avancen con velocidad, mientras que las áreas de cumplimiento y de gestión de riesgos —con fundamentos legítimos— piden cautela y validaciones exhaustivas.
El desafío estratégico es claro: ¿cómo permitir que la innovación prospere sin poner en riesgo la estabilidad? Y, en sentido inverso, ¿cómo garantizar la estabilidad sin que ello se convierta en un obstáculo que limite el desarrollo de nuevas soluciones? Encontrar este balance es hoy una de las capacidades más valiosas que puede desarrollar una institución financiera.
Una vía prometedora son los sandbox regulatorios: entornos controlados donde bancos y fintechs pueden experimentar bajo la supervisión de la autoridad reguladora. En México, la CNBV ha avanzado en este enfoque, inspirándose en ejemplos internacionales como Reino Unido o Singapur. Estos espacios permiten aprender en conjunto y reducir riesgos antes de lanzar soluciones a gran escala.
Sin embargo, más allá de los sandbox, lograr un balance sostenible exige una evolución cultural. Los bancos que consigan integrar el pensamiento innovador con una gestión de riesgos moderna estarán mejor preparados para liderar en un ecosistema financiero cada vez más dinámico.
Cómo lograr un balance saludable
Buenas prácticas para integrar estabilidad e innovación
Lograr un balance saludable entre estabilidad e innovación no es tarea sencilla, pero sí es posible. De hecho, algunos de los bancos que hoy lideran el mercado son precisamente aquellos que han sabido integrar ambos elementos en su ADN operativo.
Aquí algunos enfoques clave:
- Gobernanza inteligente de la innovación Una gobernanza inteligente de la innovación es esencial. La innovación debe estar alineada con la estrategia corporativa y bajo una gobernanza clara. No se trata de innovar por innovar, sino de hacerlo con propósito, identificando los espacios donde puede generar valor para el cliente y para la institución, sin comprometer los principios regulatorios ni la estabilidad del sistema.
- Colaboración temprana con los reguladores Los bancos más avanzados en este equilibrio suelen tener una relación abierta y colaborativa con los reguladores. En lugar de ver la regulación como un muro, la integran en el proceso de diseño de nuevos productos y modelos de negocio. Así, el cumplimiento deja de ser una etapa posterior y se convierte en un habilitador desde el inicio.
- Cultura de innovación con gestión de riesgo embebida Una de las claves está en la cultura organizacional: fomentar una mentalidad innovadora que entienda y valore la gestión de riesgos. No se trata de eliminar la cautela, sino de convertirla en parte natural del proceso de innovación. Equipos multidisciplinarios que integren perfiles de riesgo, tecnología, negocio y compliance desde el inicio son esenciales.
- Uso estratégico de sandbox y pruebas piloto Los entornos de prueba —como los sandbox regulatorios— son herramientas valiosas, pero también lo son las pruebas piloto controladas dentro de los propios bancos. Estas permiten validar nuevas ideas a pequeña escala, ajustarlas y escalar solo aquello que ha demostrado cumplir tanto con los objetivos de negocio como con los estándares regulatorios.
- Aprender de las mejores prácticas internacionales y locales El ecosistema financiero global ofrece hoy abundante conocimiento y aprendizajes que pueden adaptarse a nuestro contexto mexicano y latinoamericano. Desde los avances de entidades como BBVA o Santander en la región, hasta los casos de Singapur o el Reino Unido, hay mucho que puede inspirar a los actores locales.
El rol de los nuevos jugadores
Fintechs, BigTechs y la banca: ¿competencia o colaboración?
El ecosistema financiero actual ya no es exclusivo de los bancos tradicionales. La irrupción de fintechs, bigtechs y otros actores no bancarios ha transformado la manera en que los servicios financieros son concebidos, ofrecidos y utilizados.
Las fintechs han demostrado una notable capacidad para identificar nichos desatendidos y ofrecer soluciones ágiles, enfocadas y con una experiencia de usuario de alto nivel. Desde aplicaciones de pagos digitales y financiamiento colectivo, hasta plataformas de inversión y gestión financiera personal, estos nuevos jugadores han elevado las expectativas del mercado.
Por su parte, las BigTechs —empresas como Google, Apple, Amazon, entre otras— han comenzado a integrar servicios financieros en sus ecosistemas digitales, aprovechando su escala, capacidades tecnológicas y profundo conocimiento del comportamiento del usuario. Aunque en muchos casos no buscan convertirse en bancos, sí están capturando parte de la experiencia de pago y gestión financiera del cliente.
Lejos de ver a estos actores como una amenaza, muchos bancos han optado por un enfoque colaborativo. Modelos como el Banking-as-a-Service (BaaS) y las plataformas de Open Banking están permitiendo a los bancos abrir sus capacidades a terceros, integrarse en ecosistemas digitales más amplios y participar en nuevas formas de generación de valor.
Además, la colaboración entre bancos y fintechs —a través de asociaciones, inversión en startups o adquisición de capacidades tecnológicas— es cada vez más común. Este enfoque no solo enriquece la oferta para el cliente, sino que también acelera la transformación digital del propio banco.
Por supuesto, esta convivencia plantea desafíos: desde la gestión de riesgos compartidos, hasta la competencia por la experiencia del cliente. Pero si se aborda con una visión estratégica, el ecosistema híbrido que se está formando puede ser una fuente importante de innovación y crecimiento para todo el sector financiero.
Conclusión
El equilibrio no es opcional: es la clave del liderazgo futuro
La transformación que vive hoy la banca no es una moda pasajera ni una simple actualización tecnológica: es un cambio profundo en la forma de crear y entregar valor en un ecosistema financiero cada vez más abierto, digital e interconectado.
En este nuevo escenario, el dilema ya no puede ser planteado como una disyuntiva entre estabilidad e innovación. La verdadera pregunta estratégica es: ¿cómo integrar ambas fuerzas para construir una banca más robusta, más relevante y más alineada con las necesidades de los clientes y de la economía?
Los bancos que logren este equilibrio serán los protagonistas de la siguiente etapa del sector financiero. Aquellos que sepan mantener la solidez que da confianza al sistema, mientras desarrollan una cultura ágil y orientada a la innovación, estarán en posición de liderar — no solo frente a la competencia tradicional, sino también frente a los nuevos actores digitales.
Lograrlo exige liderazgo, visión y, sobre todo, una disposición genuina a evolucionar. Y no es una tarea que competa solo a las áreas de innovación o a los equipos de riesgo: es un esfuerzo transversal que involucra a toda la organización, desde la alta dirección hasta los colaboradores de primera línea.
En este proceso, el diálogo constructivo entre los bancos, los reguladores, las fintechs y los nuevos jugadores tecnológicos será clave. Un ecosistema financiero sano es aquel en el que la regulación habilita la innovación responsable, y la innovación respeta y enriquece los principios de estabilidad y confianza que sustentan todo el sistema.
El equilibrio es posible. Y más aún: es indispensable. Los bancos que lo abracen con inteligencia estratégica estarán no solo preparados para el futuro, sino llamados a liderarlo.
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IA accesible: lo que todo empresario lifestyle debería saber (y cómo empezar)

Introducción
La inteligencia artificial (IA) dejó de ser un concepto futurista reservado para gigantes tecnológicos o laboratorios de innovación. Hoy, herramientas impulsadas por IA están transformando la manera en que trabajamos, creamos y conectamos con nuestros clientes — incluso en sectores tan humanos y creativos como el diseño, la gastronomía, la moda, el bienestar o el arte.
Si eres empresario, emprendedor o profesional independiente en alguno de estos rubros —y formas parte del vibrante ecosistema de colonias como Roma o Condesa—, es muy probable que ya hayas escuchado hablar del auge de la IA. Y quizá te preguntes: ¿esto es para mí? ¿cómo podría aprovecharlo sin ser experto en tecnología? ¿vale la pena explorarla para mi negocio?
La respuesta es un rotundo sí. Lo mejor es que hoy existen herramientas accesibles, intuitivas y pensadas precisamente para creativos y empresarios no técnicos. No se trata de reemplazar el talento humano, sino de potenciarlo: liberar tiempo, generar nuevas ideas, personalizar experiencias y llevar tu propuesta de valor un paso más allá.
En este artículo te comparto, de manera sencilla y sin tecnicismos, qué puede aportar la IA a tu negocio, cómo puedes dar tus primeros pasos, y qué herramientas pueden ayudarte a empezar sin miedo.
Porque innovar también es parte del arte de emprender con estilo.
Rompiendo mitos: “No necesitas ser experto para empezar”
Uno de los principales obstáculos que impiden a muchos empresarios explorar el mundo de la inteligencia artificial es la percepción de que se trata de algo demasiado técnico o complejo. Es común escuchar frases como: “yo no soy de tecnología”, “eso es para programadores”, “mi negocio es muy humano, no veo cómo encajaría la IA”.
Nada más lejos de la realidad.
La nueva generación de herramientas basadas en IA está pensada justamente para que cualquier persona —sin conocimientos de programación ni formación técnica— pueda comenzar a usarlas de manera intuitiva. Son plataformas que funcionan con simples indicaciones en lenguaje natural (como si chatearas con un asistente), y que permiten obtener resultados concretos desde el primer día.
Además, en sectores creativos y de lifestyle, la IA no sustituye la esencia del negocio: más bien se convierte en una aliada para potenciar lo que ya haces bien. Puedes apoyarte en ella para inspirarte, para ganar agilidad en procesos que te consumen tiempo, o para personalizar mejor la experiencia que ofreces a tus clientes.
En resumen: no necesitas ser experto, solo estar abierto a explorar. El primer paso es perderle el miedo y entender que sí, la IA también puede sumar mucho en negocios como el tuyo.
Qué puede hacer la IA HOY por tu negocio
Más allá de la curiosidad que despierta, la pregunta clave es: ¿qué beneficios concretos puede aportar la IA a un negocio como el mío, aquí y ahora?
La respuesta es amplia, pero para empezar, aquí te comparto algunas aplicaciones muy accesibles y útiles para empresas creativas, de lifestyle y servicios personalizados — justo como las que predominan en colonias como Roma y Condesa:
1️⃣ Inspirarte y generar ideas
La IA puede convertirse en una especie de “sparring creativo”.
- ¿Necesitas nuevas ideas para una campaña de marketing?
- ¿Buscas conceptos frescos para una colección de moda, un menú de temporada o una experiencia de cliente?
- ¿Quieres probar variantes de naming, slogans o textos para redes?
Hoy es posible usar herramientas de IA que te ayudan a explorar direcciones creativas que quizá no habías considerado.
2️⃣ Ahorrarte tiempo en tareas repetitivas
Como emprendedor sabes que muchas veces el tiempo no alcanza. La IA puede:
- Redactar borradores de textos (posts para redes, newsletters, descripciones de productos).
- Generar imágenes para contenidos digitales.
- Automatizar respuestas básicas a consultas frecuentes.
- Ayudarte a estructurar documentos o presentaciones.
Todo esto te libera tiempo para enfocarte en lo que realmente aporta valor: crear, diseñar, conectar.
3️⃣ Personalizar la experiencia del cliente
La IA permite comprender mejor a tus clientes y ofrecerles experiencias más personalizadas:
- Segmentar tu audiencia con más inteligencia.
- Personalizar recomendaciones de productos o servicios.
- Ajustar contenidos y mensajes a los intereses de cada perfil.
Esto es clave en un mercado tan competitivo y sofisticado como el que se vive en nuestras colonias.
4️⃣ Tomar decisiones mejor informadas
- La IA puede ayudarte a analizar patrones en las ventas, en el comportamiento de los clientes o en tendencias de mercado.
- Sin necesidad de ser un analista de datos, hoy existen dashboards y asistentes que te entregan insights accionables.
Así puedes tomar decisiones más estratégicas, incluso en negocios pequeños.
Herramientas accesibles para dar tus primeros pasos
El mundo de la inteligencia artificial es vasto, pero no necesitas explorarlo todo de golpe. Lo más efectivo es comenzar con algunas herramientas simples y prácticas, que puedas integrar de manera natural en tu trabajo diario.
Aquí te comparto una selección pensada para empresarios creativos y de lifestyle — todas son accesibles, muchas con versiones gratuitas o de bajo costo, y no requieren conocimientos técnicos:
1️⃣ ChatGPT (OpenAI) - https://chat.openai.com/
2️⃣ Midjourney - https://www.midjourney.com/
3️⃣ DALL·E (OpenAI) - https://openai.com/dall-e
4️⃣ Leonardo AI - https://leonardo.ai/
5️⃣ Canva con IA (Magic Studio) - https://www.canva.com/magic-studio/
6️⃣ Mailchimp - https://mailchimp.com/
7️⃣ ActiveCampaign - https://www.activecampaign.com/
8️⃣ Klaviyo - https://www.klaviyo.com/
9️⃣ Zapier - https://zapier.com/
🔟 Make (antes Integromat) - https://www.make.com/
Recomendación clave:
No intentes usar todo de golpe. Elige una o dos herramientas que te resulten más útiles según tu negocio, y empieza a experimentar. Lo importante es dar el primer paso y descubrir cómo la IA puede complementar tu trabajo de manera práctica.
Consejos para empezar sin miedo
Como todo lo nuevo, incorporar herramientas de inteligencia artificial en tu negocio puede generar cierta resistencia o inseguridad. La clave es entender que no se trata de un cambio radical de un día para otro, sino de un proceso gradual y adaptable a tu estilo de trabajo.
1️⃣ Empieza jugando
Dedica unas horas a explorar: conversa con ChatGPT, genera imágenes con alguna herramienta, automatiza una tarea sencilla. El juego y la curiosidad son los mejores aliados en esta etapa inicial.
2️⃣ Elige un caso de uso simple y concreto
Piensa: ¿qué parte de mi día a día podría agilizarse con un poco de ayuda?
Ejemplos: redactar posts, generar ideas para campañas, personalizar un newsletter, automatizar respuestas frecuentes.
3️⃣ No busques reemplazar todo
La IA es una herramienta complementaria, no un sustituto de tu creatividad ni de tu relación con el cliente.
4️⃣ Integra la IA de manera natural a tu flujo de trabajo
Muchas herramientas de IA se integran fácilmente con las apps que ya usas. La clave es que la IA se convierta en una extensión de tus capacidades, no en algo forzado.
5️⃣ Mantén una mentalidad de aprendizaje continuo
La IA evoluciona muy rápido, pero eso no debe asustarte. Cada paso que des te hará más competitivo y te abrirá nuevas posibilidades.
Cierre: La IA como aliada creativa, no como amenaza
En un entorno empresarial tan dinámico y creativo como el que vivimos en colonias como Roma y Condesa, la inteligencia artificial no viene a reemplazar el talento humano, ni mucho menos a despersonalizar los negocios. Por el contrario: bien utilizada, la IA es una poderosa herramienta para potenciar lo que nos hace únicos como emprendedores y creadores.
Nos permite liberar tiempo para enfocarnos en lo que más valor aporta: el diseño, la experiencia, el vínculo auténtico con nuestros clientes. Nos da nuevas formas de inspirarnos, de personalizar y de innovar. Y todo esto sin necesidad de ser expertos en tecnología, sino simplemente estando abiertos a aprender y experimentar.
Hoy, dar los primeros pasos con IA es más fácil que nunca. Y cuanto antes lo hagas, más ventaja tendrás en un mercado que cada vez valora más la combinación de creatividad, eficiencia y personalización.
Así que mi invitación es simple: atrévete a explorar. Prueba una herramienta, intégrala poco a poco a tu flujo de trabajo y descubre cómo la IA puede convertirse en una aliada estratégica para tu negocio.
Porque innovar con estilo también es parte de lo que nos define en estas colonias.
¿Te interesa este tema?
Si te interesa seguir aprendiendo sobre cómo aplicar IA en tu negocio, contáctanos y con gusto te ayudamos.
O si ya la estás usando y quieres compartir tu experiencia, ¡escríbeme! Me encantará conocer tus ideas y quizá incluir nuevos casos en futuros artículos.
Tecnología con alma: la apuesta global de Orígenes por la inclusión sensorial

Innovar también es encontrar nuevas formas de cuidar. Orígenes, un proyecto global que combina tecnología wearable e inteligencia artificial, busca mejorar la calidad de vida de quienes enfrentan desafíos sensoriales en su día a día.
Introducción
En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, el verdadero reto ya no es solo innovar: es innovar con propósito.
¿Cómo podemos usar inteligencia artificial, sensores y dispositivos inteligentes para resolver problemas reales, que mejoren vidas concretas?
Orígenes es un caso ejemplar de este enfoque. Concebida inicialmente por dos emprendedores de origen mexicano, hoy es un proyecto global con un equipo de liderazgo internacional y sede en Francia, en uno de los principales hubs europeos de innovación tecnológica.
Esta empresa está desarrollando tecnología wearable que ayuda a personas que enfrentan desafíos sensoriales —especialmente aquellas con Trastorno del Procesamiento Sensorial (SPD)— a gestionar de forma proactiva su entorno.
Se trata de una solución que combina sensores fisiológicos —con especial énfasis en la actividad cerebral— con modelos de inteligencia artificial para anticipar y mitigar episodios de sobrecarga sensorial, una problemática que afecta a millones de personas en el mundo y que, hasta ahora, contaba con pocas herramientas personalizadas.
Este artículo explora la visión de Orígenes, su tecnología, y cómo un proyecto internacional, nacido de una colaboración diversa y con sede en Francia, está aportando innovación con impacto social en un campo de enorme relevancia.
¿Qué es Orígenes?
Impulsada originalmente por la visión de dos emprendedores mexicanos, Orígenes ha evolucionado hacia un proyecto internacional, con un equipo multidisciplinario de expertos — que integra perfiles de neurociencia, disciplinas médicas, bioingeniería, tecnología wearable e inteligencia artificial — y que hoy lidera su desarrollo global.
El desarrollo central de la empresa es un dispositivo wearable —discreto, personalizable y adaptable— que monitorea en tiempo real los indicadores neurofisiológicos y fisiológicos del usuario, con especial foco en la actividad cerebral como variable clave para anticipar señales tempranas de sobrecarga sensorial.
A partir de estos datos, el dispositivo emplea algoritmos de inteligencia artificial para anticipar posibles crisis o episodios de sobrecarga, y ofrecer intervenciones personalizadas, desde alertas hasta recomendaciones de regulación sensorial.
Más allá de la tecnología, lo que distingue a Orígenes es su enfoque centrado en la persona. El dispositivo no es una solución genérica, sino que aprende y se adapta a las particularidades de cada usuario, respetando sus patrones, su ritmo y sus necesidades específicas.
La tecnología detrás de Orígenes
Lo que hace única a la propuesta de Orígenes no es solo el problema que aborda, sino cómo lo aborda.
En el corazón de su solución está un dispositivo wearable inteligente, diseñado para ser discreto, cómodo y usable en el día a día. Pero más allá del hardware, el verdadero diferenciador está en la integración de tres componentes clave:
1️⃣ Sensores avanzados con énfasis en la actividad cerebral
El wearable de Orígenes incorpora un conjunto avanzado de sensores, entre los que destacan particularmente los de actividad cerebral, que juegan un rol esencial en la anticipación de crisis de sobrecarga sensorial. Estos sensores, combinados con otros de monitoreo fisiológico, permiten captar de manera integral el estado sensorial y emocional del usuario. Algunos ejemplos:
- Actividad cerebral (captura de patrones relacionados con estados de sobrecarga sensorial)
- Frecuencia cardiaca y su variabilidad
- Patrones de respiración
- Respuesta galvánica de la piel (niveles de sudoración asociados al estrés)
- Movimientos corporales sutiles
Este monitoreo continuo permite obtener una imagen dinámica y anticipativa del estado sensorial del usuario, mucho antes de que una crisis sea evidente externamente.
2️⃣ Modelos de inteligencia artificial adaptativa
La IA juega un rol clave: los algoritmos de Orígenes no se limitan a procesar datos en crudo, sino que aprenden progresivamente los patrones específicos de cada usuario.
Cada persona con SPD es distinta: lo que para un individuo es tolerable, para otro puede ser altamente disruptivo. Por eso, el dispositivo utiliza modelos de machine learning que se personalizan con el tiempo, afinando su capacidad para anticipar estados de sobrecarga sensorial de forma individualizada.
Además, el sistema puede integrar datos contextuales —como hora del día, entorno físico, actividad en curso— para ofrecer una interpretación más rica de cada situación.
3️⃣ Intervenciones personalizadas y en tiempo real
Una vez que el sistema detecta patrones de alerta, puede activar diversas estrategias de intervención diseñadas para ayudar al usuario a regular su estado antes de que se desencadene una crisis.
Estas intervenciones pueden incluir:
- Alertas discretas para que el usuario tome conciencia de su estado.
- Recomendaciones personalizadas (por ejemplo, pausas sensoriales, ejercicios respiratorios).
- Activación de apoyos externos, como notificaciones a cuidadores o familiares (si así se configura).
Todo esto sucede en tiempo real, y de forma respetuosa con la autonomía del usuario.
Impacto y beneficios
Más allá de la sofisticación tecnológica, lo que hace que Orígenes sea una innovación verdaderamente relevante es el impacto tangible que puede tener en la vida de las personas — y en su entorno.
🌟 Mejora de la calidad de vida
El dispositivo actúa como una herramienta de autoconciencia y autorregulación, capaz de detectar a nivel neurofisiológico los estados que preceden a la sobrecarga sensorial, brindando al usuario la posibilidad de intervenir antes de que la crisis se desencadene.
Esto permite que los usuarios:
- Reconozcan señales tempranas de sobrecarga sensorial.
- Tomen medidas preventivas antes de que una crisis se desencadene.
- Recuperen mayor control sobre su interacción con el entorno.
👨👩👧 Alivio para familias y cuidadores
El wearable también es un aliado para familias y profesionales de apoyo. Al ofrecer datos en tiempo real y alertas tempranas, permite a los cuidadores:
- Entender mejor los estados internos de la persona que acompañan.
- Intervenir de manera oportuna y adecuada.
- Reducir la ansiedad asociada a la imprevisibilidad de las crisis.
📈 Escalabilidad hacia otras condiciones
Aunque el enfoque inicial de Orígenes está en SPD, su arquitectura tecnológica es altamente escalable hacia otras condiciones que involucran desregulación sensorial o emocional, como:
- TDAH
- Trastorno del Espectro Autista (TEA)
- Epilepsia
- Ansiedad crónica
🌍 Tecnología accesible y con perspectiva global
Con un equipo multicultural y multidisciplinario — que combina experiencia médica, científica y tecnológica — Orígenes diseña soluciones culturalmente adaptables que responden a necesidades globales aún desatendidas, con potencial de adopción en múltiples contextos.
Orígenes en el panorama empresarial
Orígenes es un ejemplo de cómo los modelos de negocio de impacto social pueden generar valor tanto humano como económico.
💡 Innovación con propósito
El mercado de tecnologías asistivas ha estado dominado por soluciones fragmentadas, caras o poco adaptadas.
Orígenes irrumpe con una propuesta que combina:
- Accesibilidad
- Personalización
- Escalabilidad
Y lo hace con un enfoque de design for dignity: tecnología que respeta y potencia la autonomía del usuario.
🌍 Proyección global
Gracias a su equipo global, Orígenes diseña productos culturalmente adaptables y accede a mercados en crecimiento, con alianzas internacionales en el ámbito de la salud y la inclusión.
🏆 Oportunidad estratégica para inversores y aliados
Para empresarios e inversores, Orígenes representa una doble oportunidad:
- Participar en un mercado emergente de tecnología asistiva personalizada.
- Contribuir activamente a una causa social de enorme relevancia.
Conclusión
Vivimos un momento en que la inteligencia artificial y los dispositivos inteligentes pueden marcar la diferencia en la vida de millones de personas.
Orígenes es un ejemplo inspirador de cómo aplicar esa tecnología con humanidad y visión.
Su propuesta demuestra que es posible hacer empresa desde la empatía, con impacto global.
Para empresarios e innovadores, iniciativas como esta ofrecen una doble oportunidad:
participar en un sector en expansión y, al mismo tiempo, contribuir a una causa social valiosa.
La pregunta no es si estas tecnologías serán parte del futuro: es cómo elegimos ser parte de ese futuro.
Orígenes nos muestra un camino posible — y necesario — para lograrlo.
De la obligación a la oportunidad: cómo la NOM-035 puede transformar la cultura laboral

¿Cumplimos o realmente cuidamos a nuestra gente?
Esa es la pregunta que muchas empresas en México deberían hacerse al abordar la NOM-035, una norma que, bien entendida, puede ser mucho más que un requisito legal: es una oportunidad para evolucionar hacia culturas organizacionales más humanas, más saludables y, sí, también más productivas.
¿Qué es la NOM-035?
La Norma Oficial Mexicana NOM-035-STPS-2018 establece los lineamientos para identificar, analizar y prevenir los factores de riesgo psicosocial en el trabajo.
Entró en vigor en octubre de 2019 y aplica a todas las empresas que operan en territorio nacional.
¿A qué se refiere con factores de riesgo psicosocial? Hablamos de situaciones como jornadas excesivas, ambientes laborales tóxicos, acoso, cargas de trabajo desproporcionadas, falta de control sobre las tareas o ausencia de reconocimiento.
Todo aquello que afecta la salud mental, emocional y física de quienes integran una organización.
Aunque su importancia es evidente, en muchas empresas la NOM-035 se ha tratado como un trámite más: encuestas, registros, listas de verificación.
Pero el espíritu de la norma va mucho más allá: se trata de impulsar ambientes de trabajo más humanos y sostenibles.
Del riesgo al bienestar genuino
Cumplir por obligación es solo el punto de partida.
Transformar la cultura para cuidar realmente a las personas es la verdadera oportunidad.
Las empresas que entienden esto no se quedan en la superficie: trabajan activamente para crear ambientes donde el personal se sienta valorado, escuchado y respetado.
Pasan de una lógica de “minimizar riesgos” a una de “maximizar bienestar”.
Este cambio de enfoque no es solo ético, sino también estratégico.
Las personas no son "recursos"
Vale la pena reflexionar: ¿qué mensaje transmite el término "recursos humanos"?
Habla de personas como si fueran insumos o engranajes de una maquinaria. Y no lo son.
Son seres humanos con aspiraciones, emociones y un profundo deseo de significado y pertenencia en su trabajo.
Reconocer esta dimensión es clave para construir culturas auténticamente humanas.
Cada vez más organizaciones están evolucionando su lenguaje y sus prácticas en esta dirección.
¿Y los resultados? Sí, también mejoran
Más allá de lo ético, cuidar genuinamente a las personas tiene un impacto directo en los resultados del negocio.
Y esto está ampliamente documentado:
- Según Gallup, las empresas con altos niveles de compromiso logran 21% más rentabilidad y 17% más productividad.
- La American Psychological Association señala que culturas de bienestar reducen el ausentismo en 41% y mejoran sustancialmente el desempeño.
- Un análisis de Harvard Business Review reporta un retorno de inversión de entre $3 y $6 USD por cada dólar invertido en programas de bienestar.
En México, algunas empresas están marcando el camino:
- Cemex México ha sido reconocida por sus programas de salud integral, con impactos positivos en productividad y seguridad.
- Grupo Bimbo ha desarrollado programas de bienestar emocional y salud física que fortalecen el clima organizacional.
- BBVA México ha apostado por estrategias de bienestar mental y flexibilidad laboral, con mejoras en satisfacción y desempeño.
A nivel global, casos como SAP, Google o Salesforce muestran cómo una cultura centrada en las personas potencia la innovación, la retención de talento y el desempeño.
El mensaje es claro: cuidar a las personas no es un costo, es una inversión inteligente.
Cultura organizacional como ventaja competitiva
Hoy más que nunca, las nuevas generaciones valoran entornos de trabajo donde el bienestar y el propósito sean prioridad.
Por ello, construir una cultura organizacional humana es también una ventaja competitiva:
- Atrae mejor talento.
- Reduce la rotación.
- Mejora la reputación de la empresa.
- Fomenta la innovación y la colaboración.
- Refuerza la resiliencia organizacional.
En un mundo cambiante e incierto, el bienestar emocional y psicológico se vuelve un pilar para la sostenibilidad empresarial.
¿Cómo empezar?
Si queremos que la NOM-035 sea un motor de transformación cultural (y no un mero trámite), aquí algunas claves prácticas:
✅ Diagnóstico honesto del clima laboral. No solo encuestas: escuchar realmente cómo se sienten las personas.
✅ Formación en liderazgo empático. Los líderes son claves para crear ambientes de confianza y respeto.
✅ Comunicación abierta. Fomentar espacios seguros para la retroalimentación.
✅ Programas integrales de bienestar. Salud mental, física y emocional, con sentido de propósito.
✅ Evolucionar lenguaje y prácticas. Pasar de “recursos humanos” a culturas verdaderamente centradas en las personas.
De la obligación a la oportunidad
La NOM-035 puede verse como una carga regulatoria… o como una oportunidad para impulsar culturas organizacionales más humanas, más saludables y más competitivas.
Cada empresa puede decidir:
Cumplir con lo mínimo, o construir un entorno donde las personas prosperen… y, con ellas, también el negocio.
En última instancia, se trata de visión: ¿Qué tipo de empresa queremos ser? ¿Una que apenas cumpla... o una que realmente cuide, valore e inspire a su gente?
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