Pides tu súper, tu transporte y hasta tus citas por una app. Tu vida es digital. Entonces, ¿por qué tu experiencia con la banca digital en México a menudo se siente como un viaje al pasado? ¿Por qué la verdadera innovación financieraparece avanzar a cuentagotas, mientras que en otras partes del mundo despega a toda velocidad?
Como exploramos en un artículo anterior en este mismo espacio, ["Innovar sin perder el equilibrio..."], el sector financiero vive en una tensión constante entre la agilidad y la estabilidad financiera. No puede simplemente "moverse rápido y romper cosas". Pero, ¿qué sucede cuando la balanza se inclina demasiado hacia una cautela que roza la parálisis?
En 2018, México se puso en el mapa mundial con su visionaria Ley Fintech, prometiendo un futuro de competencia y servicios de punta. Fuimos los pioneros. Sin embargo, hoy, a mediados de 2025, varias piezas clave de esa promesa enfrentan serios retos de la regulación financiera que actúan como un freno de mano invisible.
En este artículo, pondremos el reflector sobre esos muros. Analizaremos dónde, exactamente, la normativa está obstaculizando el despegue de las fintech en México, desde el controversial universo de las criptomonedas hasta el potencial aún dormido del Open Banking.
Bienvenidos al diagnóstico de por qué el futuro de tu dinero parece estar en pausa.
El Gran Salto: Cuando México se Puso a la Vanguardia con la Ley Fintech
Para entender los retos de hoy, hay que viajar un momento al ya no tan lejano 2018. Antes de ese año, el universo de las startups fintech en México era una especie de "Salvaje Oeste": un territorio vibrante, lleno de ideas brillantes y energía, pero sin reglas claras. Esta falta de certeza generaba desconfianza tanto para los usuarios como para los grandes inversionistas. Hacía falta un sheriff que pusiera orden. Y llegó en forma de ley.
La Ley Fintech fue mucho más que un simple documento legal; fue una declaración de intenciones del país. Supervisada por la CNBV (Comisión Nacional Bancaria y de Valores), su misión era lograr ese delicado equilibrio que mencionábamos: proteger a los usuarios y, al mismo tiempo, darle un cauce seguro a la tremenda ola de innovación financiera. En esencia, la ley hizo tres cosas fundamentales:
- Puso orden en la casa: Creó un marco legal claro que le dio certeza jurídica a los emprendedores. Por primera vez, existía un camino oficial y bien definido para constituir y operar una empresa de tecnología financiera en México, atrayendo talento e inversión.
- Creó a las "estrellas del show": Dio vida a dos nuevas figuras reguladas que hoy son parte de nuestro día a día. Las IFPE (Instituciones de Fondos de Pago Electrónico), que son las "wallets" o carteras digitales que usamos para enviar y recibir dinero; y las IFC (Instituciones de Fondeo Colectivo), las famosas plataformas de crowdfunding o "vaquitas" digitales que conectan proyectos que necesitan capital con miles de pequeños inversionistas.
- Abrió la cancha para todos: Al regular a estos nuevos jugadores, la ley los legitimó y les permitió competir de frente con la banca tradicional. La gran promesa detrás de esto era —y sigue siendo— fomentar la inclusión financiera, llevando servicios más ágiles, accesibles y baratos a millones de mexicanos.
De un día para otro, México se convirtió en el referente de América Latina y en tema de conversación en foros financieros de todo el mundo. El mensaje era contundente: estábamos listos para liderar. La mesa estaba puesta para una revolución... pero, como veremos a continuación, no todos los invitados han podido llegar a la fiesta.
Open Banking México: La Promesa a Medio Cumplir
Si la Ley Fintech fue el motor, el Open Banking (o Banca Abierta) era la gasolina de alto octanaje que iba a potenciar toda la revolución. La idea es tan simple como poderosa: tus datos financieros son tuyos, y tú decides con quién los compartes de forma segura.
Imaginen que cada uno de tus bancos es un restaurante que guarda tu información. El Open Banking crea una especie de "mesero" digital, seguro y estandarizado (conocido técnicamente como API), al que tú le das permiso explícito para que una nueva app de finanzas vaya a ese restaurante y pida un dato específico en tu nombre, como "el total de gastos del mes pasado" o "la fecha de corte de la tarjeta".
El potencial de esto es brutal. Con tu permiso, una app podría consolidar todas tus cuentas (bancos, neobancos, tiendas departamentales) en una sola pantalla para que entiendas tus finanzas de un vistazo. Otra podría analizar tus hábitos de gasto y ofrecerte un crédito más barato y rápido que el de un banco tradicional que solo ve tu historial crediticio. Es el pasaporte a la hiper-personalización y a una verdadera explosión de innovación financiera diseñada para beneficiarte a ti, el usuario.
La Ley Fintech lo hizo obligatorio, pero aquí es donde la historia se empieza a complicar. La implementación, que depende de que la CNBV publique las reglas técnicas detalladas, ha sido dolorosamente lenta. Sobre todo en la parte más valiosa de todas: la de los datos transaccionales. Es decir, el acceso al detalle de tus ingresos, gastos y movimientos, que es el verdadero oro para crear los servicios innovadores que nos prometieron.
Crear estos estándares de forma segura para garantizar la protección al consumidor es, sin duda, un reto técnico y de coordinación mayúsculo. Pero mientras las discusiones y los plazos se alargan, la joya de la corona de la Ley Fintech sigue, en gran medida, guardada bajo llave. Esta lentitud no solo retrasa la llegada de mejores servicios para ti, sino que es el primer gran ejemplo de cómo una ley visionaria puede tropezar en su ejecución. Y, como veremos, no es el único.
El Muro Cripto: El Gran "No" de la Regulación Financiera
Llegamos al capítulo más polémico del manual. Las criptomonedas ya no son un experimento de nicho; son una realidad económica global que mueve miles de millones de dólares y en la que millones de mexicanos ya participan activamente. Ante esta ola imparable, la pregunta es obvia: ¿dónde está parada la regulación financiera de México?
Aquí no encontramos ambigüedad ni lentitud como en el Open Banking. Aquí hay una postura clara, directa y restrictiva, dictada principalmente por el Banco de México (Banxico). Mientras la Ley Fintech abrió la puerta a un sinfín de nuevos modelos, en el tema de los "activos virtuales" —como la ley llama a las criptomonedas— Banxico la cerró con firmeza.
La regla es contundente: ninguna institución financiera regulada en México —ni los bancos más grandes, ni los neobancos, ni las SOFOMes, ni las fintech ya autorizadas— puede mantener en su balance, custodiar para sus clientes o negociar por cuenta propia con activos virtuales como Bitcoin o Ethereum. No pueden aparecer en tu estado de cuenta bancario ni ser usados como garantía para un crédito. Para el sistema financiero formal, son prácticamente materia radioactiva.
"Pero, ¿cómo operan entonces los exchanges que todos conocemos?", te preguntarás. Lo hacen bajo la figura de la Ley Fintech, sí, pero la regulación se enfoca estrictamente en la parte de los pesos mexicanos (la rampa de entrada y salida del dinero). La custodia y el intercambio de los criptoactivos en sí mismos ocurren en una zona gris, una delgada línea que separa el mundo financiero tradicional del nuevo universo cripto.
Caso Práctico: El "Puente" Cripto de Mercado Pago
Seguramente has visto que puedes comprar criptomonedas en la app de Mercado Pago y te has preguntado: si es una IFPE regulada, ¿cómo lo hace sin romper las reglas de Banxico?
La respuesta está en un ingenioso modelo de asociación. Mercado Pago no custodia los criptoactivos. En su lugar, actúa como un "puente", conectando a sus usuarios con un socio tecnológico especializado (como la plataforma Paxos).
Cuando compras, la IFPE (Mercado Pago) gestiona tus pesos, pero es el socio quien ejecuta la orden y guarda tus criptomonedas en una cuenta a tu nombre. Legalmente, los activos virtuales nunca entran en los libros de la entidad regulada mexicana. Es el ejemplo perfecto de cómo, ante una prohibición directa, el mercado no se detiene: construye desvíos.
La justificación de Banxico es proteger al público de la volatilidad y prevenir el lavado de dinero y el riesgo sistémico —argumentos totalmente válidos y necesarios—. Sin embargo, este "muro" también frena de tajo la innovación financieraen el área, impide la creación de productos de inversión seguros y regulados para quienes sí quieren participar, y en la práctica, orilla a los usuarios a operar en plataformas globales con menor supervisión local.
Mientras el mundo debate cómo construir puentes seguros hacia la economía cripto, México, por ahora, ha optado por construir un dique. Y este dilema entre la máxima protección y el riesgo de quedarse atrás en la conversación financiera del siglo, se repite en otras áreas de punta.
Inteligencia Artificial: El Dilema del Algoritmo sin Manual
Cerramos nuestro diagnóstico con la tecnología que está redefiniendo al mundo entero: la Inteligencia Artificial (IA). Ya interactuamos con ella todos los días, desde la serie que nos recomienda una plataforma hasta el mapa que nos guía por el tráfico. Su potencial para las finanzas es inmenso: detectar fraudes en milisegundos, ofrecer asesoría de inversión personalizada y, sobre todo, tomar decisiones de crédito más rápidas y, en teoría, más precisas.
Pero aquí surge la pregunta del millón: una cosa es que un algoritmo se equivoque con una película, y otra muy distinta es que decida si eres o no sujeto de un crédito hipotecario. ¿Quién vigila al vigilante cuando el vigilante es un código que aprende por sí mismo?
Para la regulación financiera y la CNBV, la IA no es un problema de lentitud o de prohibición, sino un abismo de incertidumbre. Los principales temores, que frenan su adopción masiva en áreas críticas, son:
- El Sesgo Oculto: Un algoritmo aprende de los datos históricos que le proporcionamos. Si en el pasado, por razones sociales o económicas, se le dieron menos créditos a ciertos grupos o zonas del país, la IA podría aprender y perpetuar esos sesgos algorítmicos, discriminando de forma invisible y a una escala masiva.
- La "Caja Negra" Inexplicable: Muchos modelos de IA son tan complejos que ni sus propios creadores pueden explicar con 100% de certeza por qué tomaron una decisión específica. Si te niegan un préstamo, la ley exige que te den una razón. ¿Qué pasa si la respuesta es "porque el algoritmo lo dijo"? Esto choca de frente con la protección al consumidor.
- La Responsabilidad Fantasma: Si un error algorítmico causa un problema masivo —imagina que aprueba miles de créditos incobrables, generando un riesgo sistémico local—, ¿quién es el responsable final? ¿El banco? ¿El programador? ¿El proveedor de la tecnología? Hoy, no hay una respuesta legal clara.
A diferencia de otros temas, no existe un capítulo específico en la Ley Fintech para la IA. Es un vacío regulatorio que genera parálisis. Los bancos y fintechs, por miedo a futuras sanciones, son reacios a usar todo el poder de la IA en decisiones críticas.
Y así, con una banca abierta que no termina de abrir, un universo cripto al que se le niega la entrada y una inteligencia artificial llena de promesas y peligros sin manual de uso, el diagnóstico está completo. La maquinaria de la innovación financiera en México avanza, pero con varios cilindros fallando. La pregunta ya no es qué nos duele, sino cómo empezamos la reparación.